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Salí temprano esa mañana, debía pasar al departamento de Ernest, debía saludarlo y preguntarle como iba todo, debía saber si por fin había decidido dejar la universidad y dedicarse por completo a la música y de ser así, debía felicitarlo y demostrarle mi apoyo.

Después de todo, si el dejaba la universidad, yo me quedaría sin ningún amigo.

Su departamento quedaba de camino al campus, no me desviaría mucho del camino, aunque no tenia ninguna certeza de encontrarlo en casa, tal vez apenas estaba saliendo de algún ensayo o de algún concierto, o tal vez estaba dormido aun, después de una noche de desvelo.

No fue necesario tocar a la puerta, Ernest nunca cerraba con llave su entrada y aunque lo hiciera, tenía mi propia copia de su llave.

Entre y vi las luces encendidas, claramente Ernest estaba en casa y despierto, lo encontré en el baño, estaba cepillando sus dientes y parecía recién bañado, tal vez había decidido volver a clases.

Al verme me saludo con la cabeza, estaba completamente vestido, estaba inusualmente bien vestido.

      Me daré de baja hoy, iré a recoger mis papeles.

Justo lo que pensaba

      Creo que después de todo, no puedo dejar la banda, no en este momento, cuando estamos teniendo una buena racha, los conciertos que damos son más numerosos, nuestra calidad ha aumentado, tenemos una gran armonía, no puedo desaprovecharla ahora.

Lo único que podía hacer era apoyarlo, desearle la mejor de las suertes, demostrarle mi amistad.
Caminamos al campus, recordando viejos tiempos, charlando de viejos amigos y anécdotas, planeando nuevas aventuras por vivir.

Charlando como si el tiempo no fuera un obstáculo.

Al llegar al campus nos separamos, el debía dirigirse a la dirección, yo aun tenia un poco de tiempo antes de que comenzaran las clases, nos despedimos con un apretón de manos, prometí ir a su siguiente concierto, hasta entonces, cada quien seguiría su camino.

El sol comenzaba a salir, era cálido, aun no tenia la potencia necesaria para quemar, su luz era acogedora, invitándome a descansar sobre el pasto.

Coloque las manos en mi cabeza, me recosté en el pasto, dejando que los rayos del sol me calentaran un poco, no pensé en nada, deje mi mente en blanco, y el mismo sueño llego.

Hace cinco años.

¿O eran más?
Su mirada.

Su cabello.

Sus labios siempre esperando que los de alguien más se posaran sobre ellos.

Sofía.

Ella dijo que se llamaba Sofía.

El mismo sueño llego.



-MARIUS VON CHESHIRE






Día 45

Día de muertos

26 de marzo de 2014

En camino.

Nunca pensé volver a verlo, no después de creerlo muerto, pero al no encontrar su cadáver, o restos de el, siempre tuve una pequeña espina clavada en relación a Héctor.

No se como logro sobrevivir, no se por que nos dejo abandonados en aquella casa, dejando morir a nuestros dos compañeros, pero ciertamente no me importaba mucho averiguarlo, no era la primera vez que alguien traicionaba a sus amigos, sea por miedo o cobardía, pero no me importaba su versión de la historia.

Solo debía ignorar su presencia.

Las paradas que hacia el autobús era pequeñas, la mayoría se hacían de día, y con extremo cuidado, aunque debo decir que en el camino no había mucha presencia de sonámbulos.

La mayoría se encontraban concentrados en la ciudad, aunque algunos de ellos se aventuraban a salir a las carreteras, la mayoría de ellas desiertas, si encontrábamos a un sonámbulo en medio de la carretera, el conductor aceleraba esparciendo restos de carne podrida por el pavimento.

Kimira se encontraba bastante callada, tal vez estar cerca de tantas personas la intimidaba, lo único que hacia era pulir su espada, raramente teníamos una conversación y prácticamente no había cruzado palabra con los demás chicos del camión.

El viaje hacia el sur debía durar al menos unas dos semanas, debíamos encontrar un pueblo bastante alejado de las grandes ciudades, pero que tuviera una gran cantidad de provisiones, una vez que lo encontráramos, debíamos limpiarlo, buscar algún tipo de sobrevivientes y rezar para que estos no nos disparen en la primera oportunidad.

Durante estos días pude hacer amistad con los tripulantes del camión, pero en especial con uno, Andrés, de nacionalidad española, lo que le daba un acento extraño al hablar, se trataba de un hombre bastante divertido, siempre viendo el lado bueno de las cosas, aun cuando el mundo se fue al infierno.

Germán era un tipo bastante interesante, al parecer antes de que el mundo se viniera abajo, el era un piloto de pruebas de todo tipo de vehículos, le encantaba la velocidad y la sensación de estar frente al volante, algo que disfrutaba enormemente.

Estos días que pasamos juntos son realmente tranquilizantes, los infectados con los que nos topábamos eran mínimos, casi daban la impresión de que la epidemia no existía, de que al final del camino nos esperaba un mundo normal, sin muerte ni destrucción.

Y espero que el final del camino sea lo que todos esperamos.




-Casandra Pleasance Liddell 



No hablamos en todo el trayecto, no podía dejarla hablar ahora que sabia de lo que ella era capaz; decidí llevarla a mi hogar, un departamento de ínfima clase en la peor parte de la ciudad.

Realmente acogedor.

Al llegar le ofrecí un poco de comida, la ropa que traía puesta estaba limpia, al parecer no se encontraba nerviosa ni temerosa por lo sucedido.


–      ¿Cual es tu nombre?

–      Mi nombre es elle, aunque los otros me conocen como Gabrielle.

–      ¿No les revelaste tu verdadero nombre?

–      No

–      ¿Y a mi si?

–      Claro, estoy en deuda contigo, sé que no me lastimaras.

Debía ser sincero con ella, no es una de mis cualidades, si es que tengo alguna, pero nuestro encuentro significaba mucho para ambos.

– Llámame Legión.

Me observo con detenimiento, no podría saber que pensaba, sus ojos eran un mar profundo, oscuro y antiguo.

–      ¿Como terminaste con esos tipos?

–      Ellos me secuestraron, llegaron a mi pueblo natal, destruyeron todo, mataron a los hombres, violaron a las mujeres y a las jóvenes, a las niñas menores las tomaron prisioneras, yo era una de ellas, ellos me vendieron, tenia 11 años.


Ellos me “cuidaron” hasta que cumplí 12, solo fueron unos meses, después me vendieron a un prostíbulo.


-       Ahora tengo 14 años.


Vendieron mi virginidad a un alto precio, o al menos eso fue lo que murmuraban, después de eso me consiguieron un gran numero de clientes, algunos agradables, otros asquerosos.

–      No pareces realmente afectada por eso.

Me miro a los ojos, por un momento creí que haría lo mismo que en la entrada del bar.

-        Igual que tu, no pareces del tipo compasivo con las desgracias de los demás.

Ella tenía la razón, ella lo sabía y es por es que la traje conmigo, ella no es alguien normal, ella es algo más.

-       ¿Y que paso después del prostíbulo?
Estoy seguro que si fueras una esclava mas, esos gorilas te abrían matado a la primera oportunidad.
No te buscarían para llevarte de nuevo, a menos que fueras alguien importante.

-       Bueno, resulta que ese prostíbulo tenia clientela exclusiva, entre uno de los tantos clientes, se encontraba una persona diferente a las demás.

-       Claude.

-       El sabía lo que era, él sabia todo el potencial que yo poseía, así que me compro al prostíbulo y me comenzó a usar.

– ¿Que eres?

No deje que continuara con la historia de Claude; de eso me ocuparía después, tenia una pregunta mas importante que requería respuesta.

Tomo su tiempo, dejo que especulara un poco mas acerca de su verdadera naturaleza, que tomara mis precauciones y acciones futuras.

–      Soy una bruja.

No mostro ni un momento de duda o titubeo.
Lo dijo como algo natural.

No era la primera vez que escuchaba esa palabra de la boca de una mujer, no era la primera vez que me encontraba frente a una mujer de sus capacidades.

Ella no era cualquier charlatana, ella realmente tenia poderes, poderes mas grandes que cualquiera.

Ella lo sabía.

Yo lo se.

Una niña.
Mirándome a los ojos como casi nadie en el mundo; siempre que alguien me mira a la cara, lo único que muestran es terror, asco, miedo.

Pero ella no.

-       ¿Que es exactamente lo que esperas de mi?

La frialdad en sus ojos y en sus palabras me mantenía alerta, no podía bajar la guardia.

-       Estoy en deuda contigo, de ahora en adelante, te ayudare en todo lo que me pidas.

No.
Eso no podría ser todo.
Algo estaba escapando a mi visión del panorama.

-       ¿Por qué me obligaste a besarte afuera del bar?
-       Te matare si vuelves a usar tus poderes en mi, ¿lo entiendes?

No respondió, solo movió su pequeña cabeza en señal de asentimiento.

Este encuentro supondría el fin de mi aburrimiento.

Pero aun no sabía que significaría a futuro.

Era hora de visitar a una vieja amiga.

Estoy seguro que le agradara mi visita.



-MARIUS VON CHESHIRE



Decidí dejar mis manos presionando contra su piel, sus vellos se erizaban al paso de mis dedos, su respiración aun jadeante volvía a su tonalidad carmesí.

Los húmedos rincones de su selva prismática volvían a entumecerse, enriquecerse, envolverse.

Y sus labios.

Los mejores labios que una mujer podría probar.

Sus senos presionados y aprisionados por los míos.

Par con par, presionado y mimado.

Su nombre rimaba con deseo.

Y su deseo no parecía tener fin, su cabello transmitía el aroma de un campo de flores, sin mancillar ni enjaular.

Un campo virgen.

Y sus dedos llenos de secretos, expertos de un juego sin perdedor, solo ganador, un par de ganadoras.

Y ella solo miraba.

Caminaba, miraba, sonreía y jadeaba.

Ella solo miraba.

Nuestro cuerpo tocaba.

Solo con su mirada.

Y nosotras dos, disfrutando del paraíso olvidado, entre cobijas y sonrisas.

Cómplices de un escape terrenal.

Compañeras de viajes sin destino fijo.

Las tres.

Una mirando.

Dos siempre jugando.






 -MARIUS VON CHESHIRE



cap1

Encuentro

Ningún buen trabajo en las ultimas semanas, ningún buen blanco que represente un aporte o algún tipo de diversión, un par semanas bastante deprimentes.
La mayor parte del tiempo la pasaba en algún bar de mala muerte,  bares donde las clases mas bajas de personas solían reunirse, prostitutas, narcotraficantes, mafiosos, asesinos, sádicos.

Todo un espectáculo.

El alcohol nunca era un problema, toda clase de bebida era buena  para mantenerme ocupado, alcohol de la mas ínfima calidad, capaz de dejar ciego a cualquiera.

Todo parecía seguir su curso, el camino conocido, hasta hoy.

El día de hoy era diferente, distinto, algo palpable.
Casi podrías tocarlo en el aire.
El día de hoy seria distinto.
Y a partir de hoy siempre lo seria.

Entro sola a este lugar de mala muerte.

Llevaba puesta una capucha, el gorro cubría por completo su rostro y la capa rosaba el suelo, cubriendo por completo sus pies, pero al parecer no tenia problemas al caminar así, no tropezaba ni dudaba a cada paso.

Se trataba de una niña, lo sabia, aunque su rostro y su cuerpo estuvieran cubiertos, a pesar de su altura, sabia que se trataba de una niña, una niña asustada, escapando.

Aunque no con mucha suerte.
Y ella lo sabía.

Entro calmadamente, al parecer nadie se percato de su presencia, nadie noto a la pequeña cubierta en una capa, se acercó a la esquina menos iluminada y se acurruco ahí, esperando que nadie la encontrara.

No seria así.

Tres hombres entraron solo unos segundos después, hombres fuertes, musculosos, claramente matones.

Sabían justamente a donde dirigirse, sabían exactamente donde estaba lo que habían venido a buscar, sabían que nadie se les opondría; en eso se equivocaron.

No representarían muchos problemas, no contra mí, me servirían de entretenimiento, una forma de pasar un buen momento y sin ningún remordimiento, yo sabía la clase de personas que eran, las cosas que habían hecho.

Se dirigieron hacia el rincón donde se encontraba la niña, uno de esos sucios y violentos animales estiro su brazo para atrapar a la niña, tomarla de sus pequeñas manos y jalarla con violencia hacia él; pero lo único que encontró fueron las mías, mis manos, frías y violentas.

Le rompí la mano, el sonido de sus huesos quebrándose fue épico, todos los presentes en el bar dejaron de hacer lo que los ocupaba, todos miraron a aquel pobre tipo tirado en el suelo, llorando de dolor, llorando como un niño pequeño.

Sus dos amigos estaban perplejos.

No tomarían riesgos, ambos desenfundaron sus armas de fuego rápidamente, preparados para disparar, pero también cuidadosos de no dañar a la niña.

No tenían ninguna oportunidad.

Desarme al de la izquierda, dispare a las rodillas del imbécil de la derecha, callo al suelo chillando como un cerdo, dispare a sus manos para asegurarme de que no usaría su arma, el tipo al que desarme se congelo, no son muy duros cuando encuentran a alguien mejor, me miro, el miedo escapaba de su cuerpo en forma de fluidos amarillentos y olorosos.

Desagradable.

Le dispare en la cabeza.

Y el fluido rojo broto.

Le deje una buena cantidad al dueño del lugar, se desharían de la suciedad y comprarían una nueva tv, la vieja apestaba.

Nada de esto era nuevo en estos lugares.
Nada de esto era nuevo en este mundo.

Salí por la puerta trasera, ahí me esperaba ella y hubiera sido descortés no ir.

Era demasiado alta para su edad, casi llegaba a mi barbilla, y era delgada, no al grado de la desnutrición, pero si demasiado delgada.

      Gracias por salvarme, te estoy agradecida.

Su voz era delgada, casi un susurro, demasiado infantil, demasiado débil.

      No lo hice por ti, esos bastardos solo sirvieron para divertirme.

Y así era, no me motivo ningún sentimiento de heroísmo, solo un avanzado estado de aburrimiento.

      Aun así, te agradezco, tú me salvaste la vida, así que estoy en deuda contigo.

Llevo sus manos al gorro de la capa y lo deslizo lentamente, dejando escapar mechones de cabello, rosando sus mejillas y su cuello, dejando poco a poco descubierto su rostro.

El rostro de una niña.

Los ojos de una mujer.

Se acercó lentamente, estiro sus manos y las coloco en mi rostro, sus labios lentamente rosaron los míos, yo estaba de rodillas, postrado frente a ella, sin siquiera darme cuenta de cuando lo hice, sin tratar de evitar el beso de esa niña, solo dejándome guiar.

     ¡Basta!

Ahora todo estaba claro.

Esta noche toda cambiaria.
Esta noche mi etapa de aburrimiento llego a su fin.

Todo gracias a una niña.

Todo lo que mis labios pudieron pronunciar fue esto:

      Debemos irnos, debemos platicar con calma.






 -MARIUS VON CHESHIRE





Día 42

Día de muertos

23 de marzo de 2014

Un largo camino.

El camión fue modificado para permitir un almacenaje de todo tipo de armas y provisiones, así como de los pasajeros, dentro del camión que nos salvo la vida, se encontraba un selecto grupo de sobrevivientes.

Todos ellos amables, nos salvaron la vida y nos ofrecieron un poco de comida, nos presentamos ante ellos.

Cinco sobrevivientes.

Dos mujeres y tres hombres.

Samantha, una morena de cabello cortó y corta estatura, de 23 años.
Cecill, cabello rubio, ojos castaños, piel clara y de largas piernas, de tan solo 19 años.

German, el conductor de esta fortaleza rodante, calvo y de cuerpo amplio, musculoso, de 33 años, ojos azules.

Paul, regordete, alto, cabello corto y una hacha corta en cada mano, 26 años.

Andrés, 23 años, alto, moreno, cabello largo, acento raro.

Nos explicaron el plan, viajar hacia el norte, lo más que pudiéramos, buscar refugio en algún pueblo cerca de las montañas y esperar lo mejor.

No podría quejarme, no después de ver como estos chicos salvaban nuestros traseros, kimira se veía bien, limpiando su katana de pedazos de carne podrida y sangre negra.

El plan parecía bastante prometedor, los pueblos escondidos en las montañas tenían baja población, podríamos vivir de los suministros en el pueblo o en pueblos vecinos, así como de la cacería, y me caería bastante bien alejarme de la ciudad.

No me molestaría en pensar en los pormenores del futuro, ahora solo deseaba dormir, dormir durante todo un día, tal vez solo despertar para comer un  poco.

Todo debería salir bien.

Héctor.

Por un momento creí oír su voz…..



-Casandra Pleasance Liddell