El olor del cigarrillo quedo impregnado en su piel, dándole ese toque tan característico de ella.

Al igual que el humo, aquel humo que le brindaba el tono obscuro que su pálida piel necesitaba, el tono obscuro que tanto le gustaba, aquel que combinaba con la noche sin estrellas.

Y el sabor de sus labios.

Aquel tan especial y que cuidabas como el mayor tesoro de la humanidad.

Dime.

¿Qué harás cuando el sabor de tus labios se acabe?

Cuando tu fuente de los deseos sea incapaz de cumplir alguno.

Si tus labios se secan debido a que yo bebí de ellos.

Dime que aras cuando tu aroma parezca el de una madera podrida.

¿Volverás a sonreír?

¿Volverás a mi?




 -MARIUS VON CHESHIRE



Día 79.

30 de abril 2014



Algo sucedió, algo que no creí posible, algo que no esperaba que volviera a suceder.

Corrí.

Corrí tan rápido como pude, sin explicación o motivo claro, solo con mi diario y mi pluma en mano.

Y ahora estoy aquí.

Lejos de todos ellos.

Escribo esto para tranquilizarme un poco, para tratar de recobrar mis nervios de acero, forjados en tantas noches sin descanso.

Los gritos que escuche eran de Cecille, gritos de terror, Salí corriendo de la casa, no llevaba zapatos puestos, solo un par de pantuflas de tela y una piyama delgada y el frio en este pueblo rodeado de arboles por doquier  era penetrante.

La primer imagen que vi al salir fue una fogata con llamas más grandes de lo acostumbrado,
Llamas que alumbraban gran parte del patio frontal, una fogata alimentada por una figura que podría estar consumiéndose durante horas, una figura familiar.

Paul.

El cuerpo de paúl estaba sobre la fogata, alimentando las  llamas con su grasa corporal, haciéndolas crecer y dejar en claro el panorama que nos rodeaba.

Una gran figura.

Amenazadora y horripilante.

Cecille quedo congelada frente a ella, sus gritos habían cesado, sus ojos se centraban en los de la creatura que tenia de frente.

Un gran oso.

Pero no se trataba de un simple oso que había sido atraído a nuestro campamento en busca de comida.

Un oso infectado.

Un oso convertido en zombie, salvaje y hambriento, capaz de matar con un solo golpe y Cecille estaba parada frente a él.

Ella.

Un solo golpe basto para que ella dejara este mundo, una sola de sus garras fue capaz de arrancar la cabeza de Cecille y mandarla lejos de su cuerpo.

Y el oso decidió abrir su cuerpo en dos, exponer todos sus órganos internos a mi vista, devorarlos con el ansia animal que caracterizaba a todos los infectados.

El crujir de huesos y el masticar la carne mantuvo ocupado al oso, este no reparo en mi presencia, pero muy pronto lo aria, muy pronto terminaría de devorar a Cecille y buscaría una nueva víctima.

Esa sería yo si no lograba moverme,

Si no lograba que mi cuerpo obedeciera nuevamente a mi mente.

Mi cuerpo no respondía a la señal de peligro.

-       ¡Corre¡

Fue un grito.

Un grito de Kimira.

Y obedecí.

Corrí con todas mis fuerzas.

No voltee hacia atrás.

No pareció importarme que les sucedió a los demás, ni siquiera a Kimira.

Por un momento solo pude pensar en una cosa.

Miedo.

-Casandra Pleasance Liddell





La primer clase era literatura comparativa, literatura alemana-literatura inglesa, todo un reto para mi destreza con los idiomas.

Johann Wolfgang von Goethe, no es mi idea de empezar el día relajado y mucho menos leyendo su obra más mortífera,  Die Leiden des jungen Werthers.

El culpable de la muerte de cientos de jóvenes enamorados.

-"...los dolores serían menores entre los hombres si éstos no se ocuparan con tanto ahínco de imaginación en evocar los recuerdos de los males pasados en vez de soportar un presente tolerable".

¿Y si el mismo sueño fuera un sueño nuevo cada noche?

¿Eso aminoraría el dolor?

El esfuerzo de leer a Goethe no me dejo con ganas de entrar a la segunda clase, decidí ir a la cafetería y tomar una taza de café, eso me ayudaría a relajarme un poco, tal vez a esta hora la cafetería estaría vacía, me libraría de el tumulto de jóvenes que se reúnen ahí a diario.

Eso con un poco de suerte.

La cafetería estaba casi vacía.

Pero ahí estaba ella.

Rachel

Decidí ir hacia su mesa, aun en contra de mi estado de ánimo, lo mejor es que no estaba con ninguna de sus amigas, no es que me desagradaran, todo lo contrario, solo que no podía convivir fácilmente con ellas.

Estaba tomando un café expreso, como siempre, llegue y solo me senté, no tenia caso saludarla ya que vivíamos en el mismo lugar.

-       Sabes, creo que deberíamos comer más seguido juntos, en la escuela casi nunca lo hacemos y en casa solo durante la cena.

Ella estaba en lo correcto, a pesar de vivir juntos, la única ocasión en que compartíamos la mesa era durante la cena.

-       ¿Te parece bien si preparo un poco de comida en casa y la comemos aquí?
Nos ahorraríamos una cantidad considerable de dinero

Rachel a simple vista no parecía del tipo que se metía a la cocina, sin embargo todo en ella era un engaño visual, un truco, carnada.

Una carnada que yo mordí y ahora ella me sostenía en el aire, tratando de volver al oscuro y frio mar.


- aunque ahora que lo pienso, me tendrías que decir exactamente que te gusta de comer, por las noches lo que cenamos suele ser comida chatarra.

Hasta que punto podemos conocer a alguien.

Solo hasta donde el nos lo permita o podemos arrancarle cada pequeño y diminuto secreto, descubrir todo como si de un crucigrama se tratase.

- me gusta el pastel…….

Y si después de cinco, diez, quince años, Rachel se convierte en un sueño más, un sueño como aquel, como ella.

No podía permitir que eso sucediera.

No de nuevo.



-MARIUS VON CHESHIRE



Recuerdo el día en que le tome esa fotografía, recuerdo que el clima era el mejor en semanas, el día era el mejor en meses y su sonrisa fue la mejor en años.

Al menos para mí lo fue.

Después de todo ese fue el ultimo día en que la vi.

Recibí su mensaje muy temprano, aun no salía el sol, la niebla aun estaba presente en las calles, decidí tomar una taza de café antes de partir en su encuentro.

Aun no llevaba la mitad de la taza cuando un pequeño golpeteo en mi ventana me distrajo, alguien estaba afuera y no me era difícil imaginar quien.

Violeta.

Su escusa fue simple : no podía esperar a que terminase mi taza de café.

Con palabras directas y con una rapidez que casi la deja sin aliento me explico su plan.

Saldría de la ciudad, incluso del país si era necesario, pero no podía hacerlo hasta que ella se pudiera despedir de mi, decirme adiós y mirarme a los ojos por ultima
vez.

Y como muchas veces antes, pensé que solo era un arranque de locura, que al final del día violeta volvería a su casa y la volvería a ver el día siguiente.

Decidí aceptar su despedida, salimos a caminar a la calle, el día estaba mejorando un poco, tome mi cámara fotográfica y salimos.

El paseo fue normal, como cualquier paseo en cualquier otro  día,  ninguna charla filosófica ni despedidas de último momento.

Solo un paseo.

Y fue ahí donde tome a foto.

El sol comenzaba a romper las nubes formadas por el frio.

Sus rayos apenas eran cálidos.

Apenas deslumbrantes.

Y la última oportunidad de tomarle una foto.

La forma de decir adiós…..

-MARIUS VON CHESHIRE




Día 79.

29 de abril 2014


Los últimos 30 días fueron buenos, días en los que no tuvimos que preocuparnos por cómo sobrevivir a un ataque de zombies.
Fueron días de calma, días que todos nosotros necesitábamos desesperadamente.
Es por eso que no había escrito nada en este diario, solo comencé a disfrutar de la paz que sentía.

La mayoría se encontraba ocupados en alguna tarea, algunos cazaban animales para alimentarnos, algunos nos asegurábamos de encontrar madera, buscar agua potable, vigilar que ningún sonámbulo se acercara.

Todos estos trabajos era fáciles, después de todo lo que había sucedido.

Todos nos turnábamos para realizar las tareas, excepto Héctor, el lo único que hacía era salir a cazar, muchas veces se iba durante horas, volvía un poco antes del anochecer, pero a nadie parecía importarle esto.

Las comidas las tomábamos juntos, todos reunidos, muchas veces al aire libre, en algún patio de las casas que encontramos en el pueblo, los primeros días encontramos un poco de comida enlatada en las casas, aun teníamos gas y electricidad, así que podíamos preparar algunos postres y cosas deliciosas, cosas que tenía tiempo que no probábamos, pero cuando la electricidad y el gas se agoto, tuvimos que empezar a cazar.

Los animales que mas abundaban eran los venados y los conejos, dado que su depredador más mortal, el humano, había cambiado a su presa, estos animales habían incrementado su población fácilmente.

Aunque por estos bosques también abundaban los osos, osos grandes y fieros, tan peligrosos como los sonámbulos.

Vivíamos como un grupo de amigos que habían salido de vacaciones, bromeando y buscando pequeños momentos para divertirnos, como si todo lo pasado fuera solo una pesadilla.

Kimira estaba bastante tranquila, todas las mañana salía al bosque a meditar (o al menos es lo que creo que hacia)

Todas las mañanas la acompañaba, aunque ella no lo pidiera y aunque no hubiéramos pactado el salir acompañados, yo hubiera ido con ella, esos momentos juntas eran pacíficos, no necesitábamos charlar demasiado para sentirnos a gusto.

Nuestra relación mejoro muchísimo, una relación silenciosa, si tal cosa existía.

Esta noche cenaremos todos juntos, al parecer encontraron un par de jabalís, los cocinarían y arian una parrillada, al parecer estaban contentos, encontraron un par de cervezas, y eso era magnifico.

Un par de cervezas, un poco de carne asada y la compañía de…………..


Disparos.

Gritos……………



-Casandra Pleasance Liddell