Trajimos un pequeño refrigerio, un par de cafés fríos enlatados y un par de sándwich.

Solo para calmar un poco el hambre.
Aunque yo no tenía mucha que digamos.

Nos sentamos a un costado de las vías, estaban abandonadas, así que no había nada de que preocuparnos.
El sol estaba ocultándose, los rayos que aun resplandecían eran cálidos y tenues, estos detalles creaban una atmosfera perfecta, pacifica, idílica.

Este seria el escenario perfecto para abrir mi corazón.

-Sabes, hay algo que e querido contarte, esta me parece una buena ocasión para comenzar.

Trate de que mi voz sonara lo mas firmemente.

-Se trata de un sueño, un recuerdo que vuelve a mi cada noche, una persona; una mujer en especifico.

Rachel me miro a los ojos un instante, tal vez esperando que continuara a hablar, pero ella fue la que hablo.

-Es Sofía, ¿cierto?

Su voz fue mas firme que la mía.
Al parecer me mostré más aturdido de lo que pretendía.
Rachel continúo hablando.

-Sofía, muchas noches e escuchado su nombre, directo de tu boca; hablas mientras duermes.

Algo que no sabia de mí.
Hablar mientras duermo.

-Sofía, es lo único que se, un nombre; ¿me contaras toda la historia?

Rachel me miraba directo a los ojos, esperando no una confirmación a su pregunta, ella esperaba el inicio de la historia.

Comencé contándole de cuando comencé a vivir solo, de como conocí a Sofía, de como nos fuimos haciendo amigos poco a poco, una amistad real; aunque algo rara.

Le conté acerca del primer beso de Sofía.
Del primer beso que ella dio.
Del primer beso que yo le di a ella.

Y continúe contando.

Después de nuestro primer beso, Sofía se mantuvo alejada de mí durante una semana, no la busque ni la moleste en su habitación, sabia que eso complicaría mas las cosas; decidí esperar hasta que ella se sintiera mejor.

Después de una semana Sofía se dirigió a mi habitación.

Eran cerca de las 10 de la noche, no la había visto en todo el día, supuse que se encontraba en la escuela; llego directo a mi habitación, yo me encontraba en el escritorio, escribiendo un ensayo de historia, llego y dejo caer su cuerpo sobre mi cama.

Me quede observándola, sin decir una sola palabra.
Solo mirándola.

-¿Puedo dormir contigo esta noche?

No se levanto para decirme eso, mantuvo su mirada directa al techo, espero mi respuesta en silencio.

-No creo que a la casera le agrade.

Sofía no se movió.
No respondió a mi pregunta.
No sabia si se había quedado dormida o solo fingía.
Me levante de la silla y camine hasta la cama.

En efecto.
Sofía se había quedado completamente dormida en mi cama.

Su cabello rojo se extendía por toda la cama, su boca entreabierta, apenas dando un pequeño indicio de que seguía respirando, su piel pálida.

Sofía.

Podía estar observándola durante toda la noche.
Su belleza.
Su naturalidad.

Tome prestada una manta de su habitación y la cubrí con ella.

La deje dormir en mi habitación.

Yo me acosté en el suelo, solo requería de una almohada, un poco de música, y tranquilidad para pensar en todo lo que había sucedido últimamente.

Pensar en Sofía.
La Sofía que dormía en mi cama.

-marius von cheshire



Después de interminables noches sin dormir, abrigados por un insomnio carnal.
Encendidos en llamas de excitación.
El día de hoy se aleja.
El día de hoy solo recuerdos quedan.

Hoy solo somos enemigos de habitación.
Con palabras como armas.
Con acciones como escudo.

Evasión.
Diluidos.

La ropa se quedo en la entrada principal.
Las buenas intenciones nunca entraron a casa.

Dagas directas al corazón.
Un corazón sin palpitar.

Las palabras dañaron el grueso cristal.
Opacándolo.

Somos enemigos de habitación.
Preparados para la batalla.
Recibiendo y repartiendo daño.

Veneno penetrando.
Somos enemigos de carne y sangre.
Rojos y rosas.

Enemigos de piel rasgada.
Tostada por el fino fuego de la pasión.

Enemigos de habitación.
Enemigos sin premio ni perdida.

Enemigos sin corazón.

-marius von cheshire




Deje la mansión de iris en un muy buen humor.
Todo había salido mejor de lo planeado, obtuve mas de lo que imagine, iris me brindo todo lo que necesitaba, nunca pensé que fuera tan fácil.
Iris siempre me ha ayudado sin pedir nada a cambio, pero en esta ocasión, solo me pidió un pequeño favor.

Y voy a cumplirlo al pie de la letra.

Los chicos se encontraban aun en el bar, Jin y Marlon se encontraban bebiendo un par de cervezas.
No me vieron entrar al lugar, era un bar pequeño, pero se encontraba rebosando de gente, gente de todo tipo, algo extraño para ser un poblado tan pequeño.
Alguna razón debería de existir.

Rómulo no se encontraba con ellos.
Deje a los chicos bebiendo su cerveza, no los moleste para preguntar donde estaba Rómulo, ya que encontrarlo fue muy fácil.

Se encontraba en la sección más oscura y alejada del bar.
Una sección especial para todos aquellos que desearan un poco de intimidad, algo que Rómulo aprovecha al máximo.

Rómulo fue el primero en viajar a mi lado, fue el primer chico malo que decidí convertir en mi pupilo.
Rómulo era el más hermoso de los tres.
Sus ojos azules y su cabello negro eran la atracción principal.
Aunque su cuerpo era igualmente envidiable.
Rómulo era un imán para las chicas.

Al llegar a su lado, pude ver que se encontraba con dos chicas, cada una a su costado, ambas igualmente hermosas, al parecer no eran originarias del poblado.
Forasteras.

Igual que nosotros.

Rómulo las besaba con pasión, habían pasado meses desde que Rómulo estuvo con una mujer; en este momento estaba dispuesto a aprovechar la oportunidad.

Intercalaba sus labios cada ciertos segundos, besaba a una, después giraba su cuello y besaba a la otra, sus lenguas intercambiaban fluidos corporales.
Su boca succionaba su piel.
Dejando marcas sobre la tersa piel de ellas; concentración de sangre en una mancha redonda.

Sangre.

Las manos de Rómulo eran expertas.
Ningún centímetro de piel escapaba de su roce, los senos de las chicas eran examinados y degustados a fondo, sus piernas y traseros eran recorridos con detenimiento.

Rómulo se estaba divirtiendo.
Y yo no podía dejar que se quedara con toda la diversión para el solo.

Llegue hasta el sofá donde estaban recostados y espere a que Rómulo notara mi presencia.
El verme parada frente a él, observándolo le causo una gran sorpresa.
Pero eso no lo detuvo.

Así que tenia que unirme a la diversión yo misma.

Tome asiento alado de una de las chicas, tenia el cabello corto y rubio, sus labios eran rojos, muy rojos.
Deslice mi mano por debajo de su falda,  sobre su pierna y el frio de mi piel al tocar la suya la alerto.
Inmediatamente volteo a verme.
Lo que vio la sorprendió por completo.

Me vio a mí.

Una chica de por lo menos 20 años, de cabello negro, lacio, muy largo, de ojos verdes muy radiantes y penetrantes.
De cuerpo delgado y piel blanca.
Muy blanca.
Y muy fría.

Mi magia ya había hecho su parte.

La aparte de los brazos de Rómulo.
Él no se quejo.
La tome en mis brazos y puse mis fríos labios sobre los suyos, el frio contacto de mi piel la sobresalto, pero el contacto de mi lengua con su lengua contuvo el pequeño suspiro que intentaba escapar de su boca.
Su saliva tenía un ligero sabor a alcohol.

Mis manos comenzaron a recorrer su cuerpo y mi lengua trazaba un camino de reconocimiento en su cuello.
Toque sus senos, los sentí por encima de su sujetador, calientes; su palpitar por debajo de ellos.

Mis dedos jugaban con ella, llevándola a lugares que nunca imagino visitar al lado de una mujer, lugares hermosos y mágicos.

Pero en algo se equivocaba.
Yo no era una mujer.

Mi lengua jugaba con su cuello, fría, húmeda, muerta.
Mis colmillos recorrían lentamente su piel, dejando que se acostumbrara a su contacto, rozando su delicadeza con el fino hilo de una hoja afilada.

Sus gemidos eran excitantes, cada ves mas rápidos y ruidosos.

Mi clímax seria aun mayor.
Mis colmillos desgarrando su piel, tersa y delicada piel, enterrados en su cuello, haciendo brotar de sus venas la tibia y deliciosa sangre que su corazón reparte por todo su cuerpo.
Sangre que se convertirá en mi alimento.

Su vida se extinguía, su sangre seria mía ahora, su belleza, su historia, su futuro.
Toda ella.
Toda ella ahora me pertenecía.

Mi clímax era enorme, pero por desgracia, duraba muy poco.
Bebí la sangre de la chica en menos de un minuto.
Una vida extinta en segundos.

Pero aun no estaba saciada.

Rómulo estaba paralizado.
Nunca me había visto alimentarme y ciertamente no estaba preparado para lo siguiente.

Le arrebate a la chica de sus brazos y con un solo movimiento le desgarre el cuello.
Su sangre ahora era mía.

Segundos.
Una vida en segundos.

Mi rostro estaba lleno de sangre.
Mis labios y mis pómulos.
Mi lengua la saboreaba lentamente.
Como un perro después de comer un gran trozo de carne.

Rómulo me observaba con gran temor.

A mis pies los cuerpos de dos chicas muertas.

Y la noche aun es joven.
Y la diversión aun no comienza.

-marius von cheshire