Los primeros ataques fueron descritos como ataques de personas psicóticas  influenciadas por drogas o fanáticas religiosas.
Cada canal de televisión tenía una teoría diferente.

Pero todos concordaban en algo.
Los atacantes devoraban a sus victimas.

En ese entonces me encontraba trabajando en una tienda de discos en el centro de la ciudad; nada sorprendente, pero tenia una total libertad.

Trabajaba de 10 de la mañana a 7 de la tarde, un gran horario a mi parecer.

La tienda se encontraba en un centro comercial de pequeños locales, era una tienda pequeña, no formaba parte de una gran cadena de tiendas de música.

La fecha, 23 de diciembre.

El número de clientes que visitaban la tienda crecía en estas fechas; pero no tanto como en otro tipo de tiendas.

Sin embargo, ese día recibí la visita de mi pequeña vecina,  su nombre era Ariel, de 11 años de edad, venia acompañada de su padre.
Querían un regalo de navidad para su hermano mayor, un apasionado joven amante de la música.
Me dio mucho gusto ayudarles, recomendarles algunos grupos musicales y los nuevos álbumes de música, algo que le gustara a su hermano.

Dejaron la tienda llevándose un par de discos consigo, un buen regalo navideño.
Salieron de la tienda con la intención de  continuar con sus compras.

Su visita fue cerca de las 7 de la noche, casi a mi hora de salida. Las tiendas estaban aún abiertas y a la espera de compras navideñas.
Pero algo extraño sucedió esa noche.

Cerré la tienda a las 7:23, todo lo que quería ahora era un cigarrillo y una taza caliente de café.
Un buen descanso.

Eso nunca sucedería.

Al llegar a la salida principal del centro comercial me encontré con un retén policiaco, algo malo había sucedido y no estaban dejando salir a nadie.
Al principio mantuve la calma, asumí que se trataba de algún robo y los ladrones se encontraban acorralados.
O quizá alguna pelea.

Eso habría sido lo mejor.

Me encontré con la pequeña Ariel y su padre, un hombre de 34 años llamado julio.
Me acerque a julio para preguntarle si sabía algo de lo sucedido.

Lo que me contó me quito el aliento.

Dos mujeres habían sido asesinadas afuera del edificio, la policía fue alertada de un ataque monstruoso.
Las dos mujeres fueron devoradas y destrozadas, solo se sabía que eran mujeres por su ropa destrozada y sus bolsos.
Sus cuerpos fueron destrozados.

La policía estaba buscando a algún animal lo suficientemente grande y salvaje como para acometer tal atrocidad.
Un oso, un león o tigre, tal vez escapado de algún zoológico o circo cercano; un animal salvaje.

No permitían la salida del centro comercial a nadie, al menos hasta que la policía se asegurara que la bestia no se encontraba en las cercanías.
Muchas personas vivían cerca del lugar y llegaron a pie, así que tendrían que irse de la misma forma, eso los expondría a un ataque similar.

Lo mejor que todos podíamos hacer era esperar y agradecer que no fuéramos nosotros las victimas de tan desafortunado ataque.

Decidimos alejarnos de la entrada principal y tomar asiento en unas pequeñas mesas de concreto.
Ariel se encontraba jugueteando en la fuente, su padre y yo fumábamos un cigarrillo.

Empezábamos a relajarnos un poco y a charlar de cosas triviales.

Un golpe seco nos empujó fuera de ese estado de relajación, alguien había caído desde el tercer piso, justo enfrente de la fuente.
Alguien había muerto.
O eso fue lo que pensamos.

Rápidamente nos dirigimos a la fuente, lo que encontramos fue aterrador.
Teníamos frente a nosotros a un hombre, un hombre con el rostro llenos de sangre y con sus brazos destrozados.
Su cuello estaba inclinado de forma antinatural.

Lo que vimos no era ya un hombre.
Y lo que hiso tampoco era de hombres.

Se dirigió a la pequeña Ariel, sus movimientos no se vieron afectados por sus heridas, nosotros nos quedamos petrificados, no podíamos dar crédito a lo que veíamos.

Reaccionamos demasiado tarde.
Muy tarde.

El bastardo tomo a Ariel del cabello y la levanto sin ningún problema.
La acerco a su boca.
Y de un solo bocado arranco la mitad del pequeño cuello de Ariel.

La sangre se desbordo.
La cabeza de Ariel colgaba de lo que quedaba de su cuello.

El bastardo la estaba devorando.
Fue en ese momento cuando el caos comenzó.

Fue en ese momento en que la vida de la pequeña Ariel termino.
Y de cierta forma.
La mía también termino en ese momento.


 -Casandra Pleasance Liddell 





Beber la sangre de una niña pequeña, no puedo decir que nunca antes lo haya hecho, pero beber la sangre de una niña a la que Legión trajo ante mí. Eso es algo que debo pensar con cuidado.  

Me tome unos cuantos segundos para observar con cuidado a Elle, su cabello largo y brillante, sus ojos profundos, su piel tersa y su aroma.
Un aroma que nunca antes había notado en una persona.

­—¿Qué eres?

Mi voz casi titubeo al pronunciar esta pregunta, para mi sorpresa, tenía un poco de miedo.

—En pocas palabras, soy una bruja, nací siéndolo y Legión me está ayudando a mejorar, esa es la razón por la cual acudimos a ti.

—¿Así que yo también te ayudare a mejorar?

—Pongámoslo de este modo, yo te ayudare y tú me ayudaras, será un intercambio, una asociación y en algún momento futuro, esa asociación podría traernos muchos beneficios a ambas.

Su forma de expresarse, de alguna forma me trae a la mente a alguna gran empresaria, cerrando un trato millonario.

—Tú me darás tu sangre, que asumo es muy especial; ¿y que es lo que quieres a cambio?

Sus pestañas eran realmente largas.

—Mi sangre a cambio de tu sangre.

¡Pero qué demonios planea!
¿Mi sangre?
Mi mirada se concentró en sus ojos, esperando una mejor explicación.

—Bueno, no exactamente tu sangre, tu beberás mi sangre y yo tomare a cambio un poco de tu sangre combinada con la mía.
Una combinación realmente poderosa.

En eso tiene toda la jodida razón.

—No sé qué clase de juego tengan planeado Legión y tú, pero no yo no seré participe de él.

—Pero aun no te he contado la parte que te interesa, el cómo nuestro pequeño juego te ayudara en tu venganza personal.

Durante todo este tiempo, Elle había permanecido de pie, parada frente a mí, un poco inclinada.

—No puedo garantizar tu victoria, pero con mi ayuda te garantizo que todo terminara más pronto, después de todo, eso es lo que quieres, cerrar este capítulo de una vez por todas.

Elle tomo asiento a mi derecha, al parecer pesaba menos de lo que aparenta, el sofá no se sumergió ni un poco con su peso.

—Y lo mejor de todo, yo sé dónde se encuentra Samuel.

Diablos, esta sí que era una muy buena oferta.

Las pequeñas manos de Elle se deslizaron por mi cuello, ahora que se encontraba sentada a mi lado su aroma era más penetrante, hipnótico, demencial.
Sus pequeños labios comenzaron a besarme el cuello, dejando pequeñas marcas, como si un sus labios se encontraran al rojo vivo.
Poco a poco subió hasta mis oídos, mordiéndolos, susurrándoles una y otra vez las mismas palabras.
Hazlo.
Hazlo.

—No seré capaz de detenerme, te matare sin saber lo que hago.

Mi respiración cortaba el silencio de la habitación, respirar era una gran hazaña, mi cuerpo agitado y excitado, deseando solo una cosa.

Su cuello.
Su piel tan suave.
Su aroma.

Mis colmillos desgarraron la piel de su cuello.

Su sangre.

Su sangre…


 -marius von cheshire